Una vez, vivió un elefante rosado que se llama Clyde. Clyde tenía un talento especial: podía balancearse en su nariz. Cada tarde a las tres, después de su trabajo en el campo de construcción, Clyde y sus amigos, tres ratones ciegos que se llaman Inky, Pinky, y Blinky, iban a la cuadra de estacionamiento para relajarse con una Coca-Cola. Compartían historias mientras que Clyde se balanceaba arriba abajo en su nariz larga. Siempre terminaba riendo a carcajadas. Por un tiempo, la vida se quedaba buena.
Un día, los chimpancés del gobierno vinieron al jefe de Clyde, el león. Le dijeron que fuera ilegal emplear elefantes rosados sin la licencia correcta. (Claro que esta licincia era bastante cara.) El león gritó con indignidad pero los chimpes no cambiaron su posición y al león amenezaron que le pusieran en el parque zoológico. Mirando al suelo, él dijo que cooperara, y los chimpancés le lanzaron su excremento y salieron. A Clyde el león encojó los hombros y le dijo que no pudiera trabajar más en el campo de construcción y que tuviera que buscar trabajo en un lugar distinto.
Clyde se destruyó—no sabía nada más que su trabajo honesto y duro. Pues…y su talento. Después de pensar un poco, decidió que su opción mejor era buscar trabajo en el circo. Anduvo al hipermercado donde miró al lado de una caja de galletas de animales y copió el número de teléfono del circo local. Al marcar el número, oyó Clyde un mensaje grabado viejo. Miró otra vez una caja, probó el correo electrónico y recibió una respuesta inmediatamente. El circo, dijó elfrijole2@circoloco.net
, ya tenía docenas de empleados que podían mantenerse arriba abajo, y aún un pájaro que podía hacerlo en el dedo del jefe central usando su pico. Existen posiciones para elefantes, pero estos eran como medio de transportación. “Pues,” respondió Clyde, “no quiero llevar a nadie, pero si yo pudiera belancearme en un dedo, ¿serviría?” Cuando confirmó que sí, clyde habría saltado con felicidad si elefantes pudieran saltar. Entonces empezó a buscar a alguien con quien para hacer este acto ridículo.
Naturalmente, preguntó primero a Inky, Pinky y Blinky. Pero no tenían dedos. Ni los tenían otros animales. Trató de preguntar a los chimpancés, pero las gorillas del servicio secreto no dejaron que Clyde los acercara. Cuando preguntó las gorillas si le ayudaran, le amenazaron que le pusieran en el parque zoológico. Finalmente, Clyde decidió preguntar a la tortuga loca en las afueras de la ciudad. Todos la temían, pero ella sabía mucho que no sabían otros, y era la última opción para Clyde. El cuento del visito asustarís a los niños, pero a clyde ella dijó que había en el bosque magical al sur un hombre gigante y a clyde le podría ayudar.
Clyde anduvo al bosque tan pronto como pudiera y empezó a buscar a este gigante. Bastante convenientemente, vivía afuera del bosque en una choza que tenía un mensaje diciendo “Casa del gigante”. Con su nariz, Clyde golpeó la puerta. Cuando abrió, Clyde estuvo cara a cara con el gigante. “Hola Necesito ayuda. He perdido mi trabajo y quiero trabar para el circo. Puedo balancearme en mi nariz”—le mostro—“pero el circo quiere que yo lo haga arriba del dedo de otro. ¿Trabajará en el circo conmigo, Señor gigante?”
El gigante mantuvo silencio por unos minutos, solamente mirando a Clyde. Clyde estuvo aterrorizado, pero no movió. Y entonces, el gigante habló:
“Llameme Toru.”
“Vale..Toru,” dijo Clyde.
“Me encantaría ayudarte. Pero tengo mis propios problemas. Mi rueda de queso favorita corrió en el bosque y no puedo detenerla. Solamente pude salvar esta cuña única.” De hecho, la cuña estaba comida casi completamente.
“Si you pudiera recuperar su rueda de queso, ¿Me ayudaría?”
“Pues…supongo que sí. Pero no será fácil.”
“Yo sé. Voy a recuperarla,” Clyde contestó. Y empezó al bosque. El bosque, vió, era como un laberinto, con muchos caminos abiertos y filas gruesas de arbóles. Hasta casi una hora, Clyde vio una rueda de queso grandísima. Clyde corrió a la rueda y, inmediatamente, empezó a rodar. Clyde era más rápido, pero entonces, el queso dió una vuelta. Antes de que Clyde llegara a la esquina, desapareció.
Esta situación se repitió todo el día, hasta que Clyde estuvo agotado. Fue a casa tristemente y durmió sin sueños. Por la mañana, tuvo una idea brillante—él era más rápido que el queso. La única razón que no podía obtenerlo era que él, como elefante, no podía cambiar dirección tan rápido. Pero tenía amigos que podían.
Este día, Clyde y sus tres ratón amigos fueron al bosque. Dentro de veinte minutos, clyde tenía retorciendo en su nariz una ruedo grande de queso y caminaba a la choza de Toru. Toru pareció sorprendidísimo, pero a Clyde le agradeció y tomó su queso. Empujó un huevo chiquito en la cuña que faltaba; Clyde no preguntó nada.
“Pues, soy honesto, y tu me jas dado mi queso. Te ayudaré en el circo.”
Será continuada (lo siento)
Una vez había un elefante rosado que se llama Clyde. El y su compañero Toru, un gigante magical, querían trabajar en el circo. Clyde tenía un talento especial: él podría balancearse en su naríz largo. Y Toru, con su dedo enorme, podía soportarlo. Esta escena, claro, era muy interesante aún en el circo.
La primera cosa que debían hacer era llamar al circo por teléfono y pedir trabajo. Afortunadamente, Clyde ya lo había llamado y sabía que su acto probablemente sería aceptado. Desafortunadamente, nadie contestaba. “A este circo verdaderamente no le gusta el teléfono,” dijo Clyde.
“¿Por qué no bruebas el correo electrónico?” preguntó Toru a Clyde. “Es más fácil que usar el teléfono, y no se tiene que pagar nada.”
Clyde lo hizo, y por supuesto, recibieron una respuesta dentro de dos horas:
A Clyde el elefante y Toru el gigante:
Muchas gracias por su interés en el circo local. Su truco parece ser
bastante único, y me honraría mirarlo esta sábado.
Reúnamos a los siete dentro de la tienda grande, y discutamos los negocios entonces.
Espero trabajar consigos muy pronto.
Con placer,
Nicolás Sillywiggles
Queso Grande del Circo Bizaro
“Pues, eso sirvió” dijo Clyde, un poco sorprendido.
“Claro que sí” rió Toru. “Correo electrónico el popular con razón.”
Así que Clyde y Toru tenía que esperar unos días. Para pasar el tiempo, practicaban su acto para que fuera perfecto para señor Sillywiggles. Clyde llamó a sus amigos, los ratones que no podían ver, y les mostró su truco. A los compañeros dieron los ratones sugerencias para mejorarlo.
Por fin, el día grande vino. Toru y Clyde caminaron con orgullo al campo donde estaba el circo y entraron en la tienda más grande. Al ver Señor Sillywiggles, lo conocieron. Verdaderamente, él era el Queso Grande–mozzarella, de hecho. Era un pedazo pesado de queso, quizás cuatro pies por diámetro.
“¡Hola, buenas noches! ¿Cómo están?”
“Bien, gracias” dijeron Toru y Clyde a la vez.
“Bueno, bueno. Pues, hay un área allá, y…pueden empezar cuándo quieren.
Me gustaría decir que Toru y Clyde subieran, hicieran su acto exactamente como habían practicado, y recibieran el trabajo. Pero no es lo que pasó. Clyde lo cambió un poco, y hizo un “trescientos sesenta” perfecto desde el dedo de Toru. Nicolás lloraba con alegria, dándoles el trabajo inmediatamente. “Qué más, quiero que Uds. enseñen a todos mis acróbatas. Claro que a Uds. pagaría más. ¿Aceptarán?”
“Pues, Señor Sillywiggles, soy un elefante simple, y así el Toru. No quiero nada más que bastante trabajo para poner comida en la mesa. Por supuesto, me encantaría enseñar a unos de sus empleos–¡sin pago!–pero no siempre. Es demasiada tensión, y no la necesito. ¿Está bien?”
“Ud. es loco” dijo Nick con una expresión horrorizada. Clyde miró al suelo. “¡Toru no es elefante! Pero tiene razón. No tendrá que hacer nada para mí si no quiere.”
Clyde sonreía. “De acuerdo.” Y con su compañero en crimen, Toru el gigante, caminó de la tienda mirando la puesta del sol. La vida era buena. A eso momento un payaso rabioso corrió a Toru y mordió su dedo. Toru gritó con el dolor.
Será continuada (lo siento)